L
a palabra etiqueta hace énfasis en una peculiari-
dad o característica que para bien o para mal, re-
salta al menor en su totalidad. Por ejemplo: "llorón",
"gordo", "tonto", "movido", "impaciente", "testarudo",
"el más inteligente", "al que nadie le gana en fuerza",
"el campeón", etc. También podemos hacer uso de
otros adjetivos que pueden incluso ser peyorativos
o insultos de manera inconsciente. Los padres,
profesores o familiares deben evitar etiquetar a los
niños, ya que las etiquetas cumplen una función
limitante en los menores.
Cuando se etiqueta en función del comportamiento
de los menores o de los comentarios de los demás,
ellos pueden pensar que son así realmente y
asumen esa cualidad
(efecto Pigmalión). Por
ejemplo, si a un menor
su maestro le dice que
es malo en matemá-
ticas después de una
calificación baja, él pensará que no merece la pena
esforzarse si es malo en algo; cuando en realidad lo
que necesita es motivación y paciencia para enten-
derlo. Lo recomendable es valorar sus capacidades
y reforzar lo necesario para que puedan superar las
dificultades y desarrollarse saludablemente.
Los adultos deben tener mucho cuidado con las
etiquetas que dicen a los menores porque pueden
condicionarles su carácter y personalidad, y hacer
que ellos mismos se sientan incapaces en algo sólo
por lo que los demás le han hecho creer que son.
Hay que tener cuidado con
lo que se dice a un niño,
porque ellos se convertirán
en lo que se dice que son
F A M I L I A