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CAMBIOS QUE MARCAN La exposición prolongada al es- trés durante la pandemia parece ser una de las principales causas de este incremento, sumada a la pérdida de seres queridos y a los cambios drásticos en la rutina y el entorno, como el confinamien- to y el aislamiento social. También el impacto económico ha dejado secuelas: la pérdida del empleo y la inseguridad fi- nanciera siguen afectando la sa- lud mental de muchas personas que aún luchan por adaptarse a una realidad distinta, que no necesariamente implica una re- cuperación emocional completa. Ni la infancia quedó exenta. Mu- chos niños que atravesaron la pan- demia en etapas clave de desarro- llo hoy presentan problemas de conducta, dificultades escolares y ansiedad por separación, reflejo de su vulnerabilidad ante los cam- bios drásticos en sus rutinas. AVANCES EN LA ATENCIÓN DE LA SALUD MENTAL Ante esta realidad, la forma en que se aborda la salud mental ha tenido que adaptarse con rapidez. Uno de los avances más notables es el fortalecimiento de la aten- ción primaria en salud mental, con programas enfocados al bienestar emocional y la detección temprana de síntomas. Esto ha impulsado la capacitación de médicos genera- les y personal de primer contacto en temas de contención emocional y derivación oportuna. También ha ganado terreno la atención psicológica a distancia. Lo que en su momento fue una so- lución emergente, hoy se mantiene como una opción válida y accesible, acercando la atención a personas que antes no podían o no querían acudir presencialmente a terapia. Además, han surgido aplicacio- nes digitales de bienestar emo- cional, que, aunque no sustituyen la terapia, funcionan como apoyo complementario para fomentar hábitos saludables, monitorear el estado de ánimo y promover la autoobservación. DESAFÍOS POR SUPERAR Aún hay retos importantes que su- perar, como la escasez de recursos, las limitaciones en los sistemas de salud y el estigma social. El rezago emocional colectivo que seguimos arrastrando no puede resolverse solo con tecnología o campañas; se necesita una cultura de cuidado emocional sostenido, donde buscar ayuda deje de ser vis- to como un signo de debilidad y se entienda como una forma legítima de autocuidado. Sanar lo invisible también es parte de reconstruirnos como sociedad. z Aumento en los niveles de ansiedad y depresión. z Problemas de sueño y agotamiento emocional. z Estrés por pérdidas personales y aislamiento. z Miedo persistente al contagio o al futuro. z Dificultad para retomar vínculos sociales. z Mayor consumo de alcohol y ansiolíticos. z Cambios en la conducta infantil, como ansiedad por separación. Cicatrices emocionales del confinamiento